Lalo Cura

Lo bueno nunca muere de repente pero entra en decadencia poco a poco. Lo bueno si muere se aferra al corazón como una larva y cría huevos de fantasías mitificadas. Todos adoraban su juventud rindiéndole pleitesía tras la coraza y cárcel de sus chaquetas de lana, y quien no lo hiciera sería crucificado, tachado de loco o insensato, atravesado por miradas como de viejos que contemplan a un blasfemo escupiendo a los pies de la Virgen. Al mirar hacia atrás, en un espejo deformado, ninguno recordó que la locura de los primeros años no se disipa, sino que se homogeniza aunque intensifica disfrazada bajo una capa de aceptación social de trastorno mental modernizado. Los cristales desde los que huesos a punto de quebrar se percibían como desbordadas gordas de dimensiones desmesuradas se han convertido en un espejo de nuevas madres anoréxicas. Las grandes promesas de la infancia, listos como ningún otro y a la vez tan vulgares como cualquiera que aun no se haya visto a ...