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Mostrando entradas de agosto, 2017

La llegada

Yo llegué a esta ciudad con una maleta pequeña y un cuerpo enfermo que tiritaba cada noche bajo el brazo. Traje de obsequio un ramo de nervios y una vasija húmeda donde calmarlos todas las noches cada noche con arena roja de hueso y carne blanca machacada. A la piel de la flor se debe cuestionar el tacto viscoso y el aliento caliente -como el de casi un muerto- pues si llegué a esta ciudad y me arrojé sobre las tumbas fue solo sobre aquellas sin flores por la responsabilidad estética o moral de quien fantasea una muerte bella (la consecución del morir bien calibra el jardín y epitafio de la lápida). Yo llegué a esta ciudad -hambriento- como un perro cojo y viejo viviendo tras una larga noche de insomnio de espejos de agua oscuridad e invierno. Me pregunto pues en esta ciudad cómo recomponer mi pata quebrada (de gorrión minúsculo) cómo recuperar las escamas pérdidas (de basilisco indefenso) cómo regar con sangre los nervios del jarrón sanar sus t...