La llegada
Yo llegué a esta ciudad
con una maleta pequeña
y un cuerpo enfermo
que tiritaba cada noche
bajo el brazo.
Traje de obsequio un ramo
de nervios
y una vasija húmeda
donde calmarlos
todas las noches
cada noche
con arena roja de hueso
y carne blanca machacada.
A la piel de la flor
se debe cuestionar
el tacto viscoso
y el aliento caliente
-como el de casi un muerto-
pues
si llegué a esta ciudad y
me arrojé sobre las tumbas
fue solo sobre aquellas sin flores
por la responsabilidad estética o moral
de quien fantasea una muerte bella
(la consecución del morir bien
calibra el jardín y epitafio de la lápida).
Yo llegué a esta ciudad
-hambriento-
como un perro cojo y viejo viviendo
tras una larga noche de insomnio
de espejos de agua oscuridad e invierno.
Me pregunto
pues
en esta ciudad
cómo recomponer mi pata quebrada
(de gorrión minúsculo)
cómo recuperar las escamas pérdidas
(de basilisco indefenso)
cómo regar con sangre
los nervios del jarrón
sanar sus terminaciones
asfixiar los poros.
Cómo acabar con el animal
fundir la muerte y la conquista
al hacer el amor
con un cuerpo doliente y asustado
pálido ante el cariño
indolente tras la caída
falto ya de la costumbre
de otra piel desconocida
(más ajena que la suya propia)
que nunca desde la voz
le ladre y bufe y rabie
con espuma en la boca y en la cara
quédate esta noche
en la muerte sin mí
nunca caigas.
con una maleta pequeña
y un cuerpo enfermo
que tiritaba cada noche
bajo el brazo.
Traje de obsequio un ramo
de nervios
y una vasija húmeda
donde calmarlos
todas las noches
cada noche
con arena roja de hueso
y carne blanca machacada.
A la piel de la flor
se debe cuestionar
el tacto viscoso
y el aliento caliente
-como el de casi un muerto-
pues
si llegué a esta ciudad y
me arrojé sobre las tumbas
fue solo sobre aquellas sin flores
por la responsabilidad estética o moral
de quien fantasea una muerte bella
(la consecución del morir bien
calibra el jardín y epitafio de la lápida).
Yo llegué a esta ciudad
-hambriento-
como un perro cojo y viejo viviendo
tras una larga noche de insomnio
de espejos de agua oscuridad e invierno.
Me pregunto
pues
en esta ciudad
cómo recomponer mi pata quebrada
(de gorrión minúsculo)
cómo recuperar las escamas pérdidas
(de basilisco indefenso)
cómo regar con sangre
los nervios del jarrón
sanar sus terminaciones
asfixiar los poros.
Cómo acabar con el animal
fundir la muerte y la conquista
al hacer el amor
con un cuerpo doliente y asustado
pálido ante el cariño
indolente tras la caída
falto ya de la costumbre
de otra piel desconocida
(más ajena que la suya propia)
que nunca desde la voz
le ladre y bufe y rabie
con espuma en la boca y en la cara
quédate esta noche
en la muerte sin mí
nunca caigas.
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