Y apartas con gran esfuerzo los pliegues, baile de brazos y giros de muñecas, destapando como mantas el camino hacia la luz blanca que todo lo invade, una salida de útero silenciosa y solitaria, una primera pisada en un suelo marmóreo y frío contra la carne desnuda, en el que no hay nadie, en todo caso cobras sinuosas, reptando de loseta en baldosa con sus colas de cascabel. Si vas a tirar los dados, tienes que jugar hasta el final, aunque sea sucio y doloroso. Sanguijuelas de mil dientes libando de tu cuerpo desnudo, y yo uniendo mi boca a las suyas, recitando un mantra absurdo, producto de lengua quebrada y mente rota. Cuántos pensamientos no conservamos a causa de plasmarlos en palabras sin sentido, alimento de alimañas, bebida de murciélagos impidiendo la entrada a tu extraño organismo.

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